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martes, 18 de enero de 2011

Futuro de la lengua Castellana


SITUACION Y FUTURO DE LA LENGUA ESPAÑOLA
GREGORIO SALVADOR
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No voy a tratar de la situación de nuestra lengua entre nosotros mismos, porque del español en España, de rencores mezquinos, de planificaciones lesivas, de pruritos epidérmicos, de arañazos laterales, de defecciones grotescas, de comportamientos desatentos y de fantasías provinciales he hablado y escrito bastante en los últimos doce años y no es el momento de insistir. La dimensión del español es otra, es una dimensión universal, y a ella es a la que voy a referirme.

En septiembre pasado fui enviado a Estocolmo por el Ministerio de Asuntos Exteriores, porque el Ministerio de Educación de Suecia había solicitado un conferenciante español para la convención anual de profesores de lenguas extranjeras en aquel país. Por una simple razón: el español, quinta lengua en demanda, escasísima demanda, hasta hace diez años, superada en la enseñanza media por inglés, francés, alemán e italiano, ha tenido un avance tan espectacular que, en el último curso, había pasado a ser la segunda. Spanskans uppgáng titulaba un periódico el informe sobre ese asunto: el español en alza o el auge del español. Valga, pues, este hecho anecdótico, si se quiere, pero indicativo, para entrar en mi disertación.
Según The World Almanac 1988 el español había alcanzado, al comenzar ese año, los 304 millones de GLM, esto es, de grupo de lengua materna. En marzo de 1983, en una conferencia recogida luego en mi libro Lengua española y lenguas de España, ya presagiaba yo que, si continuaba emitiéndose el programa 300 MILLONES, que entonces producía TVE, alguna noche de cualquier año venidero tendrían que sonar más fuerte las trompetas, redoblar los platillos y agitarse más alegremente las maracas, para celebrar la coincidencia momentánea del título, por aquellas fechas producto del redondeo, con la exacta realidad de 300 millones de hispanohablantes de lengua materna. Al parecer, según el famoso anuario estadístico norteamericano, tal evento se produjo en 1987, aunque ya no había programa televisivo que lo pudiera festejar con música.
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En todo caso, su GLM, estadísticamente reconocido, de trescientos cuatro le permite mantener la cuarta posición en la clasificación mundial de las lenguas por su número de hablantes propios, tras el chino mandarín, el inglés y el hindi.

Forman lo que los demolingüistas llaman el grupo de las cuatro mayores, a las que sigue la serie de las siete grandes, que son las que pasan de cien millones o los rondan, serie que encabeza el ruso y en la que se incluyen otras lenguas europeas corno el portugués, el alemán o el francés.
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En este interés del Extremo Oriente por el aprendizaje de idiomas occidentales el español ocupa ya hoy, claramente, el segundo lugar. No puede competir con el inglés, como es lógico, pero ha ido superando, poco a poco, a todos los demás. He tenido ocasión de asistir a los dos primeros congresos internacionales de hispanistas asiáticos, el que se celebró en Seúl, en agosto de 1985, y el que ha tenido lugar en Manila, en los primeros días del pasado enero, lo que me permite dar testimonio directo del crecimiento espectacular de los estudios hispánicos y de la demanda de aprendizaje de nuestra lengua en aquellos confines, muy particularmente en Japón y en Corea. Son ciento diez las Universidades japonesas que incluyen el español en sus programas, catorce de las cuales ofrecen licenciaturas especializadas en nuestra lengua. En Corea, donde la introducción del español ha sido más reciente, son ya nueve las Universidades que lo ofrecen en sus licenciaturas, amén de otros centros de enseñanza superior, como las Academias Militares o la Escuela Diplomática.
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Al fin y al cabo, el español no es sólo la otra gran lengua del continente americano, sino también la segunda lengua de los Estados Unidos de América, la única que ha podido competir con el inglés y no ser neutralizada o borrada por éste. Bien conocido es el enorme crecimiento del GLM de español en la nación norteamericana, que se estima ya en un 10 % de la población total. Si el español se ha convertido en la segunda lengua internacional del mundo, tal vez no sea del todo ajeno a ello el hecho de ser también la segunda lengua de los Estados Unidos, y no sólo por el número de sus habitantes sino también por la demanda de aprendizaje, por la cantidad de norteamericanos que la adquieren como segunda lengua, como lengua de relación con los pueblos vecinos.
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Quizás sea éste el momento de decir que no todas las lenguas son iguales.

Porque se ha extendido últimamente la opinión de que sí lo son, se ha generalizado el dogma del igualitarismo lingüístico. Y toda afirmación contra un dogma, cualquiera que éste sea, atrae hacia uno de inmediato, la aversión a los creyentes y, en seguida, su descalificación, a falta de mejores argumentos. Los más razonables, tal vez adictos pero no fanáticos, sí que utilizan uno: «Todas las lenguas son potencialmente iguales». Lo cual, en definitiva, viene a darnos la razón a los que hablamos de la manifiesta desigualdad de las lenguas. Porque lo potencial es lo que puede suceder o existir en contraposición a lo que ya sucede o existe. Y la realidad lo que nos ofrece son lenguas muy desiguales, tremendamente desiguales diría yo. Las lenguas son ante todo instrumentos de comunicación y también vehículos de cultura. Como instrumentos de comunicación pueden estar más o menos afinadas, alcanzar más o menos posibilidades de distinción conceptual, de matización expresiva. Y, sobre todo, pueden servir para comunicarse con mil personas, con diez mil, con cien mil, con medio millón, con dos millones, con cinco, con diez, con cincuenta, con cien, con trescientos, con quinientos millones de seres humanos, según sea el número de los que las hablen. Pues bien, como el valor esencial de un instrumento, de un utensilio, es precisamente su utilidad, la desigualdad instrumental de los idiomas es una desigualdad computable, puede establecerse numéricamente. Pero es que, además, la lengua es el hecho social en el que resulta más evidente el famoso salto cualitativo, desde la cantidad. A mayor número de hablantes, mayor perfeccionamiento de los usos, de los mecanismos del sistema, de los resortes expresivos, más riqueza léxica, más posibilidades de elección connotativa, más discurso imitable, por ejemplar, o sea, mejor producto literario.
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Este es, dibujado con unas cuantas pinceladas, sin apurar los datos y sin entrar en detalles, el presente del español en el panorama universal de las lenguas. Cuál puede ser su porvenir resulta ya asunto más difícil de dilucidar.

El futuro inmediato no presenta especial complicación, pues prosigue el impulso ascendente y no va a cesar, sin más, de la noche a la mañana. Pero la complejidad del mundo actual, la inextricable red de concausas que pueden actuar en cualquier proceso, la evidente manipulación a que suelen ser sometidos los gustos y las preferencias de la gente, y aun la apreciación de sus propias necesidades y conveniencias, aparte de los azares a que está sujeto, por esencia, el devenir de la historia, hacen que cualquier previsión de futuro, a largo plazo, sea por naturaleza aventurada y caiga más bien en los ámbitos de la profecía que en los del pronóstico .

Atemperada mi afirmación con estas previas consideraciones, creo que puede augurársele al español como lengua de relación entre naciones un porvenir en alza. En primer lugar, porque son muchas las que la tienen como lengua propia y ésas no van a necesitar aparatos de traducción simultánea en las conferencias internacionales. En segundo lugar, porque hay considerables minorías hipanohablantes en otros países que no la tienen como lengua oficial.

Recordemos los veintitantos millones de los Estados Unidos o los dos millones que la hablan en Filipinas. Sin olvidar las comunidades judeo-españolas que han sobrevivido a los avatares de la Guerra Mundial y la presencia consiguiente del judeo-español en Israel; baste recordar el hecho curioso de que el ex-presidente Isaac Navon es ensayista y novelista en lengua española, en un judeo-español pasado por el río de la Plata.

Ni van a abandonar el idioma las naciones que lo poseen ni parece que vaya a decrecer el GLM, sino todo lo contrario. Hace unos años solía hablarse, alegremente, de 500 millones para el año 2000. En esta época de variados métodos anticonceptivos y de natalidad cada vez más controlada, es arriesgado hacer predicciones de población, pero en todo caso el índice de crecimiento demográfico en los países hispanohablantes es superior al de los anglohablantes, por ejemplo.
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El mutuo influjo y la escasa distancia entre lengua literaria y lengua hablada ha sido una constante en la historia del español y eso, que no en todas las lenguas ocurre, es otro de los rasgos que favorecen su difusión y aceptación por los hablantes de otros idiomas, que no sólo acceden con su conocimiento al comercio lingüístico con esos cientos de millones de usuarios contemporáneos, sino también a un acervo literario acumulado durante siglos.

Porque es además el castellano una lengua extremadamente antigua. Y como el concepto de antigüedad se aplica a las lenguas con no poco desacierto, bueno será que digamos unas palabras sobre ello. Una lengua es un diasistema que incluye una serie de sistemas funcionales, localizados en el espacio o sucesivos en el tiempo, que permiten el entendimiento de cualquiera de ellos desde cualquiera de los otros. Ya hemos visto que no hay problema con las diferencias diatópicas del español, es decir, con sus variedades geográficas (se refiere al gallego, catalán… etc.)

Pues bien, tampoco lo hay con las diferencias diacrónicas. El hispanohablante de hoy, medianamente culto, es capaz de leer y entender los textos medievales sin excesiva dificultad. El español medieval ya era español. Pero eso, que ocurre también con el italiano o con las otras dos lenguas románicas peninsulares, portugués y catalán, no pasa, por ejemplo, con el francés, que ha evolucionado más y es ya una lengua muy alejada de lo que era en la Edad Media, más moderna, por lo tanto, y con menos dimensión histórica. Y lo mismo ocurre con el inglés. Lo que no es dato desdeñable en esta valoración de las grandes lenguas de intercambio, con las que en definitiva alterna y compite el español.

Por otra parte, la modernidad de esos sistemas, desvinculadas fónicamente de lo que fueron estadios arcaicos en el proceso histórico que ha dado lugar a esos idiomas, y el tradicionalismo ortográfico por el que se rigen para disimular esa ruptura, los ha anclado en sistemas de escritura totalmente divorciados de la lengua oral. De ahí la ortografía convencional, absolutamente irreal, tremendamente complicada y falsa del francés. O, todavía peor, la arbitrariedad gráfica del inglés, que casi lo aproxima a los sistemas ideográficos de escritura, con el obligado y frecuente deletreo de las palabras en la comunicación oral, con el penoso aprendizaje a que eso obliga. Frente a ellos, la simplicidad de la ortografía española, fijada en 1815 por la Real Academia, uno de los sistemas de escritura más ajustados a la realidad fonológica de la lengua que transcriben, es una considerable baza en el mercado internacional de las lenguas.

Más favorable aún si se tiene en cuenta la paralela simplicidad de su sistema fonológico, con solo cinco fonemas vocálicos y de diecisiete a diecinueve consonánticos, según áreas dialectales, en todo caso muy diferenciados, con suficiente margen de seguridad siempre en sus realizaciones fonéticas, separadas habitualmente por más de un rasgo distintivo y por rasgos redundantes que los individualizan con nitidez. No me importa decir que buena parte del éxito del castellano hay que atribuírselo a sus cinco vocales netamente diferenciadas, el sistema vocálico más perfecto de los posibles, sin vocales mixtas ni intermedias, sin sensibles diferencias en su intensidad. Si añadimos a ello el predominio de las sílabas abiertas y el polisilabismo imperante, que le da a la mayoría de los vocablos la suficiente corporeidad fónica para que sean exactamente percibidas, podemos aseverar, con objetividad, que el español es, entre las grandes lenguas de intercambio y de cultura, entre las lenguas supranacionales, la que ofrece mayores facilidades para el aprendizaje.
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Quiero decir con esto que (…), como segundo o tercer idioma de los hablantes de lenguas ajenas a esta familia, les abre no solo la comunicación con los digamos 360 millones que lo hablan, sino también la posibilidad de un relativo fácil acceso al portugués, con 170 millones de GLM, que es la séptima u octava lengua del mundo, demográficamente, y la quinta o la sexta por su internacionalidad; y además les permite una cierta comprensión del italiano, que aunque es lengua casi exclusivamente nacional la hablan más de sesenta millones de personas. Y esas facilidades no las ofrece el francés, como elección románica, en este mundo en el que, obviamente, eso que llamamos cultura y civilización occidental ha tenido una raíz grecolatina.
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Hay, pues, múltiples razones que explican el rango logrado por el español como lengua de relación y que justifican, asimismo, la presunción de un porvenir brillante en ese aspecto. Porque conviene insistir en el hecho evidente de que los países de lengua española no han sabido vender nunca su idioma, promover su expansión, proteger su enseñanza. No ha habido política lingüística en ese sentido, proyección de la lengua hacia el extranjero, como la que han llevado a cabo Francia, Inglaterra, Alemania, incluso Italia. Si el español se ha extendido, ha sido por razones puramente intrínsecas, no porque nadie se haya ocupado de promover su expansión. Ahora se habla de la inminente creación de un Instituto Cervantes, análogo a las instituciones con que esos países citados fomentan la difusión de sus respectivas lenguas y culturas más allá de sus fronteras. Sí me gustaría recordar a ese respecto que la lengua española es un condominio y que los españoles apenas constituimos una novena parte de sus hablantes. Las determinaciones que se tomen en España, unilateralmente, sobre la lengua común --y algunas, de bastante trascendencia, se han tomado-- pueden resultar tan irritantes, insolidarias y presuntuosas para las ocho novenas partes restantes como si los vecinos del primer piso, en un edificio de nueve plantas, decidiesen por su cuenta y riesgo alterar los rótulos indicativos del ascensor. Un diario mexicano se dolía no hace mucho de lo que llamaba «drama de España ante el idioma común» y de que los españoles tratasen de «la lengua de todos como si fuera problema sólo de ellos».

Urge, me parece, la creación de un organismo supranacional hispánico que se ocupe de la lengua de todos precisamente como lengua de todos y, por descontado, como idioma de proyección universal. Existe hoy la Asociación de Academias de la Lengua, que celebra congresos cada cuatro años; pero su función es unificadora de criterios, normativa, no en ningún caso -escapa por completo a sus posibilidades y objetivos- la de proteger la difusión y enseñanza de la lengua fuera de los propios confines hispánicos . Eso compete a los Gobiernos de las naciones de nuestra lengua, que, con todas esas cartas a su favor que hemos reseñado, tendrían muy fácil la partida de la difusión del español y, con él, de la cultura hispánica en el mundo, si algún día se decidiesen, por fin, a jugarla.

Para leer el texto completo:



Funciones
El artículo primero de los estatutos de la RAE dice:
«[...] tiene como misión principal velar por que los cambios que experimente la Lengua Española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico. Debe cuidar igualmente de que esta evolución conserve el genio propio de la lengua, tal como ha ido consolidándose con el correr de los siglos, así como de establecer y difundir los criterios de propiedad y corrección, y de contribuir a su esplendor. Para alcanzar dichos fines, estudiará e impulsará los estudios sobre la historia y sobre el presente del español, divulgará los escritos literarios, especialmente clásicos, y no literarios, que juzgue importantes para el conocimiento de tales cuestiones, y procurará mantener vivo el recuerdo de quienes, en España o en América, han cultivado con gloria nuestra lengua. Como miembro de la Asociación de Academias de la Lengua Española, mantendrá especial relación con las Academias Correspondientes y Asociadas.»

La sede

  El edificio que alberga en la actualidad la institución, situado en la calle Felipe IV, fue construido especialmente para ella por el arquitecto don Miguel Aguado de la Sierra, en unos terrenos del conjunto del Buen Retiro cedidos por la Casa Real. La nueva sede se inauguró el 1 de abril de 1894, con la asistencia de la regente María Cristina de Habsburgo y el rey D. Alfonso XIII.

Organización y funcionamiento
Según sus estatutos, la RAE está compuesta por:
§  Académicos de número (46 en total).
§  Académicos correspondientes españoles (hasta un máximo de 60).
§  Académicos correspondientes extranjeros.
§  Académicos de número de las academias americanas (que por derecho son académicos correspondientes).
§  Académicos honorarios.
Una junta de gobierno rige la Academia y supervisa todos los asuntos relativos a su buena operación, tanto en lo relacionado con su funcionamiento interno como con sus relaciones con los organismos del estado, y las demás Academias. Esta junta la preside el director de la Academia y está constituida por el vicedirector, el secretario, el censor, el bibliotecario, el tesorero, el vicesecretario y dos vocales adjuntos. Todos estos cargos son electivos y, a excepción de los vocales, que se eligen cada dos años, pueden ejercerse durante cuatro años, prorrogables sólo una vez.
La Academia funciona en Pleno y en Comisiones que se reúnen semanalmente. Las Comisiones tienen la misión de elaborar las propuestas que posteriormente examinará el Pleno para decidir sobre su aprobación. En la actualidad existen las siguientes comisiones: Delegada del Pleno, de Diccionario usual, de Diccionario histórico, de Gramática, de Información lingüística, de Vocabulario científico y técnico, de Ciencias humanas, de Publicaciones y de Premios. Además, existe una Comisión encargada de la conservación de la casa del Museo de Lope de Vega.
El Pleno, formado por todos los académicos, se reúne durante el curso académico los jueves por la tarde. Una vez aprobada las actas de la sesión anterior y de debatir cualquier tema general, los asistentes presentan enmiendas y adiciones al Diccionario. Acto seguido se examinan las propuestas formuladas por las diversas Comisiones. Las resoluciones, en el caso de que se produzca disparidad de criterio, se adoptan mediante votación.
Al servicio de los trabajos que la Academia desarrolla en Pleno o en Comisiones, funciona el Instituto de Lexicografía, integrado por filólogos y lexicógrafos que realizan las tareas de apoyo para la elaboración de los diccionarios académicos.


Diccionario panhispánico de dudas

Propósito

  El Diccionario panhispánico de dudas se propone servir de instrumento eficaz para todas aquellas personas interesadas en mejorar su conocimiento y dominio de la lengua española. En él se da respuesta a las dudas más habituales que plantea el uso del español en cada uno de los planos o niveles que pueden distinguirse en el análisis de los elementos lingüísticos: el fonográfico, pues resuelve dudas de tipo ortológico (sobre pronunciación) y ortográfico (sobre grafías, acentuación y puntuación); el morfológico, ya que orienta sobre las vacilaciones más frecuentes que se dan en el plano de la morfología nominal (plurales, femeninos y formas derivadas) y de la morfología verbal (formas de la conjugación); elsintáctico, al aclarar dudas sobre construcción y régimen, concordancia, forma y uso de locuciones, etc.; y el lexicosemántico, pues en él se examinan y corrigen numerosas impropiedades léxicas, a la vez que se ofrece orientación sobre el uso de neologismos y extranjerismos.

Destinatarios

  El Diccionario panhispánico de dudas se dirige tanto a quienes buscan resolver con rapidez una duda concreta y, por consiguiente, están solo interesados en obtener una recomendación de buen uso, como a quienes desean conocer los argumentos que sostienen esas recomendaciones. Cada lector obtendrá, pues, una respuesta adecuada a sus intereses, particulares o profesionales, y a su nivel de preparación lingüística.

Carácter normativo

  El Diccionario panhispánico de dudas es un diccionario normativo en la medida en que sus juicios y recomendaciones están basados en la norma que regula hoy el uso correcto de la lengua española.
  La norma no es sino el conjunto de preferencias lingüísticas vigentes en una comunidad de hablantes, adoptadas por consenso implícito entre sus miembros y convertidas en modelos de buen uso. Si no existiera ese conjunto de preferencias comunes, y cada hablante emplease sistemáticamente opciones particulares, la comunicación se haría difícil y, en último extremo, imposible. La norma surge, pues, del uso comúnmente aceptado y se impone a él, no por decisión o capricho de ninguna autoridad lingüística, sino porque asegura la existencia de un código compartido que preserva la eficacia de la lengua como instrumento de comunicación.

La norma de hoy

  Como toda institución humana, la lengua experimenta cambios en el transcurso de su evolución histórica, de manera que ese conjunto de preferencias lingüísticas convertidas en modelos de buen uso que constituyen la norma no es igual en todas las épocas: modos de expresión normales en el español medieval y clásico —e incluso en el de épocas más próximas, como los siglos XVIII o XIX—, documentados en escritores de calidad y prestigio indiscutibles, han desaparecido del español actual o han quedado fuera del uso general culto; y, viceversa, usos condenados en el pasado por los preceptistas del momento forman parte hoy, con toda naturalidad, del conjunto de hábitos expresivos de los hablantes cultos contemporáneos.
  El Diccionario panhispánico de dudas, teniendo muy presente la realidad del cambio lingüístico, que opera en todos los niveles (fónico, gráfico, morfológico, sintáctico y léxico), basa sus juicios y valoraciones en la norma efectivamente vigente en el español actual, considerado este como la lengua que emplean las generaciones vivas de habla española. En ningún caso se ha conformado con repetir juicios heredados de la tradición normativa, sino que, gracias a los recursos técnicos con que cuenta hoy la Real Academia Española, en especial su gran banco de datos del español, integrado por textos de todas las épocas y de todas las áreas lingüísticas del ámbito hispánico, ha podido analizar la pervivencia y extensión real de los usos comentados y ofrecer, por tanto, soluciones y recomendaciones fundadas en la realidad lingüística presente.

La norma culta

  El español no es idéntico en todos los lugares en que se habla. En cada país, e incluso en cada zona geográfica y culturalmente delimitada dentro de cada país, las preferencias lingüísticas de sus habitantes son distintas, en algún aspecto, de las preferencias de los hablantes de otras zonas y países. Además, las divergencias en el uso no se deben únicamente a razones geográficas. También dependen en gran medida del modo de expresión (oral o escrito), de la situación comunicativa (formal o informal) y del nivel sociocultural de los hablantes.
  Por su carácter de lengua supranacional, hablada en más de veinte países, el español constituye, en realidad, un conjunto de normas diversas, que comparten, no obstante, una amplia base común: la que se manifiesta en la expresión culta de nivel formal, extraordinariamente homogénea en todo el ámbito hispánico, con variaciones mínimas entre las diferentes zonas, casi siempre de tipo fónico y léxico. Es por ello la expresión culta formal la que constituye el español estándar: la lengua que todos empleamos, o aspiramos a emplear, cuando sentimos la necesidad de expresarnos con corrección; la lengua que se enseña en las escuelas; la que, con mayor o menor acierto, utilizamos al hablar en público o emplean los medios de comunicación; la lengua de los ensayos y de los libros científicos y técnicos1. Es, en definitiva, la que configura la norma, el código compartido que hace posible que hispanohablantes de muy distintas procedencias se entiendan sin dificultad y se reconozcan miembros de una misma comunidad lingüística.
  A pesar de la imposibilidad de dar cuenta sistemática de todas las variedades que de uno y otro tipo puedan efectivamente darse en las distintas regiones de habla hispana, elDiccionario panhispánico de dudas trata de orientar al lector para que pueda discernir, entre usos divergentes, cuáles pertenecen al español estándar (la lengua general culta) y cuáles están marcados geográfica o socioculturalmente.

Respuestas matizadas

  La mayoría de las dudas e inseguridades lingüísticas que tienen los hablantes nacen, precisamente, de la perplejidad que les produce encontrarse con modos de expresión distintos de los suyos. Desean saber, entonces, cuál es el uso «correcto», suponiendo, en consecuencia, que los demás no lo son.
  Pero debe tenerse siempre en cuenta que el empleo de una determinada forma de expresión resultará más o menos aceptable dependiendo de distintos factores. Así, las variedades regionales tienen su ámbito propio de uso, pero resultan anómalas fuera de sus límites. Muchos modos de expresión que no son aceptables en la comunicación formal, sea escrita u oral, se juzgan perfectamente normales en la conversación coloquial, más espontánea y, por ello, más propensa al descuido y a la laxitud en la aplicación de ciertas normas de obligado cumplimiento en otros contextos comunicativos. Muchos usos ajenos al español estándar se deben, en ocasiones, a la contaminación de estructuras de una lengua a otra que se produce en hablantes o comunidades bilingües. Y hay, en fin, formas de expresión claramente desprestigiadas por considerarse propias del habla de personas de escasa instrucción. A todo esto se añade el hecho ya comentado de la evolución lingüística, que convierte en norma usos antaño censurados y expulsa de ella usos en otro tiempo aceptados.
  Debido a la naturaleza relativa y cambiante de la norma, el Diccionario panhispánico de dudas evita conscientemente, en la mayoría de los casos, el uso de los calificativos correctoo incorrecto, que tienden a ser interpretados de forma categórica. Son más las veces en que se emplean expresiones matizadas, como Se desaconseja por desusado...; No es normal hoy y debe evitarse...; No es propio del habla culta...; Esta es la forma mayoritaria y preferible, aunque también se usa..., etc. Como se ve, en los juicios y recomendaciones sobre los fenómenos analizados se conjugan, ponderadamente, los criterios de vigencia, de extensión y de frecuencia en el uso general culto.
  Los juicios normativos admiten, pues, una amplia gradación, que va desde la censura de lo claramente incorrecto por ser fruto del error, del descuido o del desconocimiento de las normas gramaticales, hasta la recomendación de lo que es simplemente preferible por estar de acuerdo con el uso mayoritario de los hablantes cultos de hoy, preferencia que pueden mantener, o variar, los hablantes cultos de mañana. Precisamente, muchas de las vacilaciones registradas se deben a la existencia de etapas de transición, en las que coinciden en un mismo momento usos declinantes y usos emergentes, sin que puedan darse por definitivamente caducos los unos ni por plenamente asentados los otros; de ahí que en más de una ocasión se admitan como válidas opciones diferentes.

Tratamiento de las variedades lingüísticas

  Por la misma razón, se reconocen, cuando existen, las divergencias entre la norma española y la norma americana, o entre la norma de un determinado país o conjunto de países y la que rige en el resto del ámbito hispánico, considerando en pie de igualdad y plenamente legítimos los diferentes usos regionales, a condición de que estén generalizados entre los hablantes cultos de su área y no supongan una ruptura del sistema de la lengua que ponga en riesgo su unidad. Solo se desaconsejan los particularismos dialectales que pueden impedir la comprensión mutua, por ser fuente de posibles malentendidos; nos referimos a los pocos casos en que una estructura lingüística adquiere en un área concreta un valor o significado diferente, e incluso opuesto, al que tiene en el español general.
  También tiene presentes el Diccionario panhispánico de dudas las variaciones determinadas por el modo de expresión, la situación comunicativa y el nivel sociocultural de los hablantes. Así, se alude en numerosas ocasiones al tipo o nivel de lengua al que pertenecen los usos comentados, utilizando para ello distintas «etiquetas», la mayoría de significado transparente o fácilmente deducible: lengua escrita, frente a lengua oral; lengua literaria (la que corresponde a la expresión escrita de nivel culto), frente a lengua o habla corriente(la que se emplea en la expresión común u ordinaria); lengua o habla formal o esmerada (la propia de usos oficiales o protocolarios y de situaciones en las que el hablante debe expresarse con especial corrección), frente a lengua o habla informal, coloquial o familiar (la propia de la expresión espontánea y de situaciones en las que existe confianza o familiaridad entre los interlocutores); lengua o habla culta (la propia de los hablantes cultos), frente a lengua o habla popular o vulgar2 (la propia de las personas de bajo nivel cultural); y lengua o habla rural (la característica de los habitantes de las áreas rurales).
  Ninguna de las variantes señaladas es en sí misma censurable, pues cada una de ellas sirve al propósito comunicativo dentro de sus límites, sean estos impuestos por la localización geográfica, la situación concreta en la que se produce la comunicación o el grupo social al que pertenecen los interlocutores. En consecuencia, nadie debe sentirse señalado o menospreciado por los juicios expresados en esta obra. No obstante, es necesario saber que un buen manejo del idioma requiere el conocimiento de sus variados registros y su adecuación a las circunstancias concretas en que se produce el intercambio lingüístico, y que, en última instancia, solo el dominio del registro culto formal, que constituye la base de la norma y el soporte de la transmisión del conocimiento, permite a cada individuo desarrollar todo su potencial en el seno de su comunidad. Por esa razón, todas las recomendaciones que aquí se expresan deben entenderse referidas al ideal de máxima corrección que representa el uso culto formal.


1 Se ha evitado conscientemente aludir, en esta relación, a la lengua literaria. En primer lugar, porque los escritores, en su faceta de creadores, disfrutan de mayores márgenes de libertad en el manejo del idioma y, centrados en la búsqueda de una mayor expresividad, a menudo conculcan intencionadamente las convenciones lingüísticas de su tiempo. Y, en segundo lugar, porque los escritores de ficción (novelistas y autores teatrales) utilizan los distintos niveles y registros del habla como uno de los modos de caracterización de sus personajes; precisamente por ello es posible documentar, en textos escritos, muchos usos que corresponden a la lengua oral y al habla coloquial o popular.
2 Los términos vulgar y vulgarismo no se refieren, en esta obra, a las expresiones de carácter procaz o malsonante, sino a las que traslucen un deficiente conocimiento de las normas lingüísticas.

Academia Argentina de Letras

Emblema de la Academia Argentina de Letras

 

 

Mesa Directiva

·             Presidente: Don Pedro Luis Barcia
·             Vicepresidente: Don Jorge Cruz
·             Secretario general: Don Rodolfo Modern
·             Tesorero: Don Federico Peltzer

Pedro Luis Barcia

 
La Academia Argentina de Letras fue creada por decreto el 13 de agosto de 1931. Desde su comienzo mantiene estrechos vínculos con la Real Academia Española en carácter de Correspondiente. También con las demás Academias Hispanoamericanas, la Academia Norteamericana de la Lengua Española y la Filipina, y con la Asociación de Academias de la Lengua Española, con sede en Madrid.

De acuerdo con el Decreto de creación y el Estatuto aprobado, la Corporación tiene por fines:

1. Contribuir a los estudios lingüísticos y literarios; conservar y acrecentar el tesoro del idioma y de las formas vivientes de nuestra cultura.

2. Estimular los múltiples aspectos de la creación literaria, como elementos esenciales de la cultura argentina.

3. Velar por el uso correcto y pertinente de la lengua, interviniendo por sí o asesorando a las autoridades nacionales, provinciales, municipales o a los particulares que lo soliciten.

4. Fomentar y estimular la labor intelectual.

La Corporación está constituida por veinticuatro académicos titulares. Para ser elegido académico de número se requiere:

  • a) Ser argentino;
·         b) Haberse distinguido especialmente en el cultivo de las letras o en estudios relacionados con nuestro idioma.

Los académicos de número tendrán su residencia habitual en la ciudad de Buenos Aires o en sus alrededores. La Corporación cuenta también con académicos correspondientes en el país y en el extranjero, quienes deben reunir las mismas condiciones de los titulares, excepto las de nacionalidad y residencia en la Capital Federal. Podrán designarse también académicos honorarios.

La Academia edita publicaciones que se distribuyen en distintas series. Posee una Biblioteca especializada que se ha visto beneficiada con importantes donaciones.

·         Labor de la Academia


La Academia Argentina de Letras celebra sesión los segundos y cuartos jueves de cada mes. De acuerdo con lo establecido en su Estatuto y en el Reglamento Interno, las sesiones pueden ser consideradas ordinarias o extraordinarias.

·         Sesiones ordinarias


El Cuerpo académico reunido en sesión ordinaria considera los siguientes puntos: Informes: temas presentados por la Mesa Directiva o alguno de los miembros de la Corporación. Asuntos entrados: en este punto la Academia toma conocimiento de los actos culturales nacionales o extranjeros, y decide su colaboración o intervención en ellos; se consideran los asuntos internos en general. Consultas acerca del idioma: se estudian los informes presentados por su Departamento de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas, preparados para responder a las consultas que formulan a la Academia particulares, organismos oficiales y entidades privadas del país o instituciones extranjeras. Notas sobre el habla de los argentinos: estos vocablos, luego de ser estudiados por la Comisión respectiva, integrada por académicos, y considerados por el Cuerpo, son propuestos a la Real Academia Española como sugerencias para su incorporación en el Diccionario. Similar procedimiento se sigue con los neologismos aprobados.

Una sesión ordinaria puede declararse secreta. En ella son elegidos los nuevos miembros de número, las autoridades cuando corresponde, los miembros correspondientes u honorarios, o se trata algún otro asunto de importancia

·         Sesiones extraordinarias


Se realizan sesiones públicas con motivo de las incorporaciones de los académicos de número, de entregas de premios, de conmemoraciones y homenajes, y sesiones extraordinarias realizadas fuera de su sede, o cuando el Cuerpo debe tratar algún asunto urgente.

·         Premios


Desde 1984 se otorga anualmente el Premio Academia Argentina de Letras, medalla y diploma, a los egresados de las distintas universidades de nuestro país que hayan obtenido el mayor promedio en la carrera de Letras.

En el año 1994 se instituyó el Premio Literario Academia Argentina de Letras que se entrega en forma anual y alternativamente a obras de poesía, narrativa y ensayo. El Premio consiste en medalla y diploma. Es otorgado por el Cuerpo, asesorado por una comisión que integran académicos de número y correspondientes. Se entregó por primera vez en el año 1995, en el género poesía.

 

Sede de la Academia
Sánchez de Bustamante 2663.
Código postal C1425DVA.
Correo electrónico:

Escuela Normal Prof. Víctor Mercante

Escuela Normal Prof. Víctor Mercante
Aquí funciona el I.F.D. BORGES